Expresar como las creencias limitantes, permean en el ejercicio adecuado de la intervención en el campo de la salud mental.
La psicología, en sus inicios, era considerada una “protociencia”, un campo de estudio que aún no había desarrollado los métodos y principios rigurosos que caracterizan a las ciencias. Durante este período, la psicología se centraba más en la filosofía y la introspección, y carecía de la metodología empírica que es fundamental para la ciencia.
Sin embargo, con el tiempo, la psicología ha hecho grandes esfuerzos para ser reconocida como una ciencia. Esto implicó la adopción del método científico, que incluye la formulación de hipótesis, la realización de experimentos controlados y la interpretación de los datos para llegar a conclusiones. Además, la psicología comenzó a enfocarse en la medición objetiva y la replicabilidad, dos aspectos clave de la investigación científica.
Hoy en día, la psicología es ampliamente reconocida como una ciencia. Utiliza métodos empíricos para recopilar datos y aplica principios estadísticos para analizarlos. Los psicólogos realizan investigaciones rigurosas, publican sus hallazgos en revistas revisadas por pares y contribuyen al cuerpo de conocimientos científicos sobre la mente y el comportamiento humano.
A pesar de estos avances, la psicología sigue enfrentando desafíos en su búsqueda por ser reconocida como una ciencia. Algunos de estos desafíos incluyen la complejidad del comportamiento humano, la dificultad de medir los procesos mentales de manera objetiva y la variabilidad en los resultados de la investigación. Sin embargo, la psicología continúa evolucionando y refinando sus métodos y teorías para superar estos desafíos. Como cualquier otra ciencia, la psicología se basa en la curiosidad, la exploración y el deseo de entender el mundo que nos rodea.
La eficacia del tratamiento psicológico, respaldada por la investigación científica, a menudo se ve potenciada cuando se utiliza en simbiosis con un tratamiento farmacológico. Esta combinación de tratamientos es conocida como enfoque de tratamiento integrado o multimodal.
Los antidepresivos, por ejemplo, pueden ser muy eficaces en el tratamiento de la depresión mayor. Estos medicamentos funcionan al alterar la química del cerebro para ayudar a regular el estado de ánimo. Los medicamentos para el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), como los estimulantes, pueden ayudar a las personas con TDAH a concentrarse y a controlar su comportamiento impulsivo.
Es importante destacar que hay condiciones que son fundamentalmente orgánicas, es decir, están causadas por alteraciones físicas o químicas en el cuerpo. En estos casos, la medicación es la única vía para conseguir la eutimia. Por ejemplo, los trastornos como la esquizofrenia, el trastorno bipolar y la depresión mayor se requieren medicación para manejar eficazmente los síntomas. Sin la medicación, estos pacientes pueden no experimentar ninguna mejora, independientemente de la terapia psicoterapéutica que reciban.
Además, en algunos casos, la medicación puede ser necesaria para que la psicoterapia sea efectiva. Por ejemplo, un individuo con depresión severa puede estar tan abrumado por sus síntomas que no puede participar plenamente en la terapia. En estos casos, la medicación puede ayudar a reducir los síntomas lo suficiente como para permitir que el individuo se beneficie de la terapia.
En resumen, aunque las disciplinas terapéuticas de abordaje son un componente importante del tratamiento, la medicación juega un papel crucial en un gran porcentaje de los casos. Es esencial que el plan de tratamiento tenga en cuenta tanto los aspectos psicológicos, farmacológicos y otros factores contingentes para alcanzar calidad de vida en el paciente.
La relación entre la psicología y la religión es un tema de gran interés y relevancia. Aunque ambas disciplinas buscan entender y mejorar la experiencia humana, a menudo se perciben de manera sesgada y se malinterpretan debido a la falta de conocimiento.
Un malentendido común es que la psicología y la psicoterapia son enemigas de la religión o que buscan reemplazarla. Sin embargo, esto no es cierto. La psicología, como ciencia del comportamiento y los procesos mentales, y la religión, como sistema de creencias y prácticas, pueden coexistir y complementarse. De hecho, muchas terapias psicológicas reconocen y valoran la importancia de las creencias religiosas y espirituales en la vida de las personas.
A pesar de los posibles beneficios de la religión, es importante reconocer que algunas prácticas religiosas pueden ser perjudiciales cuando se utilizan de manera inapropiada en el contexto de la salud mental. Por ejemplo, sugerir que una persona puede “rezar para curar” su enfermedad mental puede llevar a la persona a evitar buscar el tratamiento necesario, lo que puede empeorar su condición.
Los profesionales de la salud mental tienen una formación especializada que les permite diagnosticar y tratar trastornos de salud mental. Aunque los líderes religiosos pueden proporcionar “apoyo espiritual”, generalmente no tienen la formación necesaria para tratar trastornos de salud mental. Es crucial que las personas que buscan ayuda para problemas de salud mental recurran a profesionales capacitados que puedan proporcionar tratamientos basados en la evidencia.
En conclusión, es esencial separar las creencias religiosas del tratamiento psicológico. Aunque la religión puede desempeñar un papel importante en la vida de una persona, no debe confundirse con la atención médica profesional. La psicología no opera en el espectro metafísico, sino que se ocupa de la condición material del individuo. Los trastornos de salud mental son condiciones reales y tangibles que requieren un tratamiento adecuado y basado en la evidencia. Por lo tanto, es crucial que los individuos busquen y reciban el tratamiento que necesitan, independientemente de sus creencias religiosas. Respetar esta distinción no solo es esencial para la integridad de la psicología como ciencia, sino también para garantizar el bienestar de los pacientes.
Cuando personas “bienintencionadas, o no”, pero llenas de sesgos y creencias religiosas, interfieren en la ejecución de un tratamiento médico, especialmente en los asociados a la salud mental, pueden surgir varios riesgos y consideraciones éticas:
Por eso en el caso de que la injerencia venga de alguien que no tiene los conocimientos éticos ni los contextos profesionales todo se pone más gris, ya que a la hora de recibir el acompañamiento no será establecido en un código de ética.
Esto parte del respeto a la autonomía del paciente, punto ya previamente mencionado. Beneficencia y no maleficencia, ya que los profesionales de la salud tienen el deber ético de actuar en el mejor interés de sus pacientes (beneficencia) y de evitar causar daño (no maleficencia). Si las creencias religiosas interfieren con el tratamiento médico, esto puede resultar en daño para el paciente. La concepción de la justicia, ya que todos los pacientes tienen derecho a recibir atención médica de calidad, independientemente de sus creencias religiosas. Si las creencias religiosas interfieren con el acceso a la atención médica, esto puede ser una violación del principio de justicia. Otro punto vital es garantizar la confidencialidad y en el contexto de la salud mental, los profesionales tienen el deber de mantener la confidencialidad de la información del paciente. Sin embargo, un individuo sin el contexto ético y sesgado por sus creencias que se involucra en el tratamiento podría poner en riesgo la confidencialidad del paciente, como muchos casos lo evidencian.
Por ultimo y no menos importante hablemos de las competencias entre alguien con creencias sesgadas sin una formación adecuada, que tipo de consejo de intervención podría ofrecer y cuál sería la competitividad del tratamiento sugerido y el cual los respalde la evidencia científica.
Cuando hablamos de creencias no hablamos solo de aspectos religiosos, también es importante denotar la cantidad de ideas desdibujadas que tienen las personas no calificadas al interferir en un tratamiento o procesos de la salud, en este caso particular la salud mental. Debemos entender que estas falacias o sesgos, se convierten en barreras significativas que imposibilitan la adherencia, evolución o eficacia de un tratamiento.
Algunas personas pueden creer que sus problemas de salud mental son un castigo divino o una prueba de fe, lo que puede hacer que se resistan a buscar ayuda profesional.
En algunas culturas, puede haber estigmas asociados con los problemas de salud mental o con la búsqueda de ayuda profesional para estos problemas.
Por otro lado, un pensamiento frecuente en la sociedad es creer que los problemas de salud mental son signos de debilidad o que pueden superarse simplemente con fuerza de voluntad. Estas creencias pueden hacer que las personas eviten buscar tratamiento.
La ignorancia y la falta de información adecuada sobre estos temas pueden generar miedo y ansiedad en las personas. Además, estas creencias nocivas sobre los tratamientos psicoterapéuticos pueden ser difundidas, ya sea con mala o buena intención, llevando a las personas a ver estos tratamientos como peligrosos, ineficaces e innecesarios.
En este contexto, no es raro encontrar individuos o grupos que se aprovechan de esta necesidad y desconocimiento para ofrecer "curas mágicas" a problemas muy delicados. Este fenómeno no es nuevo, y se asemeja al antiguo arte de vender aceite de serpiente con la promesa de una resolución mágica e instantánea a cualquier problema. Esto no solo retrasa la intervención adecuada, sino que adicional representa un costo económico e innecesario, ya que por lo general detrás de esta artimaña hay una serie de personas estafadoras que vista al engaño harán que se cierren aún más a la posibilidad de recibir un adecuado tratamiento.
Esto contrasta fuertemente con la metodología ética y validada de la psicoterapia, que exige un proceso gradual y multidimensional. La psicoterapia se basa en técnicas y métodos científicamente probados, y su objetivo es ayudar a las personas a entender y resolver sus problemas a través de un proceso de autoconocimiento y cambio.
Es crucial que las personas estén informadas y educadas sobre la importancia de buscar y recibir tratamiento de profesionales de la salud mental calificados. Solo así podremos combatir la desinformación y las prácticas dañinas, y promover una atención de salud mental segura y efectiva para todos.
Estas creencias pueden hacer que las personas se sientan culpables o avergonzadas por sus problemas de salud mental. Por ejemplo, pueden promover la idea de que los trastornos mentales son un castigo divino o el resultado de pecados personales. Esta perspectiva puede llevar a las personas a sentirse responsables de su propia angustia, lo que puede exacerbar los síntomas y dificultar la recuperación.
Además, estas creencias pueden fomentar la exclusión social. Las personas con problemas de salud mental pueden ser estigmatizadas o marginadas dentro de sus comunidades. Esto puede llevar a un aislamiento social, que es un factor de riesgo conocido para muchos trastornos mentales.
Desde una perspectiva profesional, es importante destacar que estos sentimientos de culpa, vergüenza y exclusión no son inherentemente religiosos. Son el resultado de interpretaciones y prácticas específicas que pueden ser perjudiciales. Muchas tradiciones religiosas también ofrecen recursos para la compasión, la aceptación y el apoyo comunitario, que pueden ser extremadamente beneficiosos para las personas con problemas de salud mental.
Es crucial que los profesionales de la salud mental estén conscientes de estas dinámicas y trabajen con los pacientes para abordar estos problemas. Esto puede implicar trabajar con líderes religiosos y comunidades para promover una mayor comprensión y aceptación de los problemas de salud mental, y para desafiar las creencias y prácticas perjudiciales. También puede implicar ayudar a los pacientes a explorar y reconciliar sus propias creencias religiosas con su experiencia de salud mental.
En última instancia, la meta es promover una mayor aceptación y apoyo para las personas con problemas de salud mental, tanto en el nivel individual como comunitario. Esto puede ser un componente vital para facilitar la recuperación y promover el bienestar Es importante recordar que la religión puede ser una fuente de consuelo y apoyo para muchas personas. Sin embargo, no debe ser JAMAS sustituto de la atención médica profesional. Los profesionales de la salud mental están capacitados para proporcionar tratamientos basados en la evidencia que pueden ayudar a las personas a manejar sus problemas de salud mental de manera efectiva.
La formación profesional en el diagnóstico y tratamiento de los trastornos de salud mental es de vital importancia por varias razones y todas están íntimamente interconectados:
La complejidad de los trastornos mentales presenta una amplia variedad de síntomas que varían de una persona a otra. Esto puede hacer que el diagnóstico sea un desafío, incluso para profesionales muy capacitados. Imagina lo que sucede con profesionales negligentes. También un factor precedente a lo antes mencionado es el modelo educativo y la poca exigencia en el pregrado a la investigación y el desarrollo de "LOS MÉTODOS CIENTÍFICOS", lo cual certifica socialmente a un individuo incapaz para abordar situaciones que lo rebasan, junto a la incapacidad de investigar, más los sesgos y creencias, está de más decir pésima ecuación.
En uno de los aspectos indirectos, pero no atenuante, está la problemática de las limitaciones materiales para adquirir nuevo conocimiento, que va inmerso a la explotación laboral y la insuficiencia de tiempo para realizar evaluaciones correctas debido a los precarios sistemas de salud.
En últimas, pero no menos perniciosas, están las creencias personales del profesional de la salud mental que terminan interfiriendo con su juicio de diagnóstico, los cuales pueden venir de aspectos religiosos o morales. He de destacar que estos problemas no son universales y muchos profesionales de la salud mental proporcionan atención de alta calidad basada en la evidencia. Sin embargo, estos problemas subrayan la importancia de la formación continua, la supervisión y el apoyo para los profesionales de la salud mental, que va desde espacios de visibilización hasta asignar recursos de remuneración e investigación en el campo de la salud mental, a critica personal recortar los financiamientos al desarrollo de programas asociados a la psicología del consumo y destinar más a la búsqueda de tratamientos psicofarmacológicos más eficaces.
En este aspecto convergen muchos elementos. Trataré de evidenciar los más importantes, partiendo desde la responsabilidad profesional en el marco de la ética, la cual exige respeto por la dignidad y la diversidad de las personas. Esto incluye respetar las creencias religiosas y espirituales de los pacientes.
La empatía, bien entendida, genera la comprensión genuina de lo que el otro piensa desde el respeto. No necesariamente es obligatorio incurrir en la misma visión del mundo. Te aseguro que esto repercute positivamente en la adherencia y eficacia del tratamiento, ya que hay evidencias que indican que ciertas creencias y procesos sujetos a ellas, sumados a los valores de un individuo, pueden influir en su bienestar mental y emocional. Al respetar estas creencias, los especialistas pueden integrarlas en el tratamiento para mejorar su eficacia. Sin embargo, también es importante delimitar estas creencias en el abordaje de condiciones asociadas a la salud mental. Aunque los especialistas deban respetar las creencias de sus pacientes, también deben asegurarse de que estas creencias no interfieran con el tratamiento. Por ejemplo, si un paciente tiene creencias que contribuyen a su angustia mental o que impiden su recuperación, el especialista tratante puede necesitar abordar estas creencias en la terapia y buscar reestructurar las mismas. Por lo general, en trastornos asociados a conductas maníacas y psicóticas, estas creencias pasan a ser no solo incómodas, sino interferentes, agravantes y un factor de riesgo para el paciente. Muchas veces no solo es el paciente quien sostiene las creencias peligrosas, sino que su red familiar, por lo general, también lo hace. Por esto, el profesional debe abordar con mucha precaución y evaluar todos estos factores, identificando las creencias precisas que están contribuyendo a sus síntomas, sean positivos o negativos. Esto puede implicar una serie de estrategias que busquen hacer consciente al paciente y su red de apoyo de cómo afectan su salud mental. Es importante aclarar que dichas creencias deben ser desafiadas de manera constructiva. Esto debe hacerse con cuidado para no invalidar la experiencia del paciente y su red de apoyo, sino para acompañarlos en generar nuevos conceptos, de ser posible, a partir de ellas. Lo más importante es recalcar que la metodología debe ser especialmente individualizada y desde una perspectiva multidimensional, evitando a toda costa que el especialista imponga sus propias creencias a los pacientes, manteniendo una postura neutral y objetiva. Esto ayuda a mantener la integridad profesional y a asegurar que el tratamiento se centre en las necesidades del paciente.
La salud mental y la religión, aunque son disciplinas distintas, pueden coexistir y complementarse en la práctica clínica con ciertas consideraciones contextuales. Ambas pueden desempeñar un papel importante en la vida de una persona y en su bienestar mental. Sin embargo, es crucial distinguir los límites en el cual una creencia se vuelve peligrosa, transformándose en perniciosa para el tratamiento y abordaje de condiciones asociadas a la salud mental.
La religión puede proporcionar consuelo y apoyo, y puede ser una fuente de fortaleza y tolerancia a la adversidad para muchas personas. Sin embargo, no puede reemplazar el tratamiento basado en la evidencia científica y su eficacia en los trastornos de salud mental. Solo los profesionales de la salud mental están capacitados para diagnosticar y tratar estos trastornos, y su trabajo debe basarse en la evidencia empírica y los parámetros reguladores establecidos por la OMS y diversos comités de éticas y organismos de investigación con cualidad de sentar consensos. Por lo tanto, es esencial que las personas que buscan atención a su problemática de salud mental recurran a profesionales calificados.
Al mismo tiempo, es importante que estos profesionales respeten las creencias religiosas de sus pacientes, siempre y cuando estas no interfieran con el tratamiento. En última instancia, el objetivo es garantizar el bienestar de los pacientes, y esto requiere un enfoque equilibrado que tenga en cuenta al paciente como un ser multidimensional.
Además, es importante tener en cuenta que las creencias, sesgos y falacias pueden interferir en el contexto de la salud mental. Estos pueden ser barreras significativas que impiden la adherencia, evolución o eficacia de un tratamiento. Por lo tanto, es crucial que los profesionales de la salud mental estén conscientes de estos factores y los aborden de manera adecuada en el tratamiento.
En resumen, la psicología y la religión pueden coexistir con sus debidas delimitaciones en la práctica clínica, pero es crucial distinguir entre las creencias sanas y aquellas peligrosas para el tratamiento correcto. Al hacerlo, podemos garantizar que las personas reciban el tratamiento que necesitan, al tiempo que se respeta su identidad y creencias.
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