¿A qué le tengo miedo realmente?

Autor: Carlos Giovanny Reyes , 28/12/2024 (31 vista)
Ansiedad e insomnio, Pensamientos obsesivos, Ataques de pánico
¿A qué le tengo miedo realmente?

El miedo es un amigo, difícil de trato.

Para algunos el miedo se ha convertido en una emoción normal a lo largo de nuestra vida, como si durante la existencia tuviéramos episodios de miedo los cuales ya no generan extrañeza de tan habituados que estamos a ellos. Otros buscan el miedo incluso como experiencia, en películas de terror o en actividades de alta adrenalina y existen quienes lo reprimen y huyen, como si tuvieran miedo de sentir miedo. 

El miedo es una emoción que paraliza, nuestras respuestas físicas pasan por un periodo de parálisis inicial, cuando “sucede” o “imaginamos” algo que nos genera miedo la primera respuesta de nuestro sistema nervioso será la pusa, una pausa que evalúa la situación en la que nos encontramos, en la cual se decide la respuesta que seguirá. Lo que sucede después de la pausa es lo que marca diferencia entre personas, algunos activan el modo defensa o desinterés, otros el de huida, también el de víctima y pesimista, algunos tal vez el modo catatónico, paralizados. Todo dependerá de la situación y la significación que esta situación tiene sobre quién la vive.

Por mi parte he descubierto que los miedos con los que he vivido se han manifestado en dos principales vías, la primera la cual clasifico como “reales” es decir, aquellos miedos con fundamento que nacen desde una experiencia previa traumática y la segunda que los clasifica en “irreales” o infundados, considerando aquellos que fueron aprendidos, heredados o construidos por versiones mías de un pasado con menos recursos. 

Para llegar a esta definición me respondí la sencilla pregunta: ¿A qué le tengo miedo realmente?

Me encontré un extenso material de programas antiguos, plagados de esos miedos normalizados, constantes e innecesarios. Eran miedos que en realidad no tenían un importante o considerable efecto en mí, es decir, que no me daban miedo realmente, debían ser tal vez miedos que aprendí durante mi desarrollo de vida, algunos heredados y otros que yo mismo generé en un momento de vida distinto al actual. Enlisté estos miedos innecesarios y trabajé para libérame de ellos, descifrando su verdadera esencia, encontrando la necesidad que los origina y dibujando nuevos conceptos alrededor de esa necesidad. 

Los miedos reales me recibieron con fuerza, como si durante todos estos años al ser antagónicos en mi vida sólo percibieran a la interacción conmigo desde una forma amenazante, intimidante para que nadie se acerque, infundiendo miedo para que no se acerquen pues me tiene miedo que se acerquen. Comprendí entonces que para iniciar a conocerlos debo primero generar un vínculo de confianza con ellos, permitirles hablarme, escuchar, entender, tal vez ahí podrían entregarme su verdadera necesidad. Porque todo miedo viene desde una necesidad, llega a nosotros para defendernos, nos ayuda a sobrevivir, nos advierte del peligro y nos crea programas para evitar el peligro futuro, es nuestro amigo. 

Enfrentar el miedo es la única manera de vencerlo. Para enfrentarlo lo mejor es hacer las paces con él, esto te facilita el encuentro con aquellas situaciones que lo generan, pues las comprendes desde una nueva visión, con un entendimiento de la verdadera raíz de ese miedo, entonces puedes manejar tus respuestas fisiológicas, lo que mejora tu realidad de manera casi automática. Descubrirás que detrás de aquel temor existía en realidad una necesidad, la cual, al ser atendida con cuidado, ternura y comprensión, debilita la energía destructiva del miedo transformándola en energía de construcción. 

Cuando descubres el poder interno que tienes sobre lo que te sucede a nivel emocional y mental se abre para ti un mundo nuevo de herramientas y oportunidades de desarrollo, descubrir que tu mundo nace de ti es el primer paso para la evolución. 

 

Lo contrario del miedo no es el valor, el valor es una herramienta para enfrentarlo. Lo contrario del miedo es el amor, la ternura.

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