En la época freudiana el espacio terapéutico se limitaba al uso del diván, y otras técnicas como la asociación de ideas, pero el problema no fue ese, sino que quienes accedían eran un limitado número de personas de alcurnia de la vieja Europa del siglo XX.
Para aquel entonces se estaban gestando algunas perspectivas filosóficas, biológicas y psicoanalíticas, para sentar las bases de lo que llamamos psicología y el trabajo terapéutico. En tanto, ni hablar de políticas públicas en salud mental, ni de normalizar el hecho de ir a terapia sin ser considerados “locos, exagerados, y esquizofrénicos”.
Para principios del siglo XXI, la cuestión va cambiando, se empieza a divulgar en todo el mundo. Latinoamérica aún seguía siendo un terreno complejo, ya que la prioridad era tener al menos un desarrollo económico aceptable, y para el común de los hogares las necesidades básicas serían las más importantes, como la alimentación y a medias la educación y salud. Entonces, hablar de salud mental, era bastante limitado.
Salud mental es equilibrio
En la actualidad, la globalización ha influido al ser humano a buscar con mayor determinación su bienestar, y la psicología te brinda tales pautas para encaminarse hacia ese propósito. El rol del terapeuta es orientativo, indagador e investigativo, donde te abre espacio a responder los porqués del problema, de lo que genera inquietud, malestar, con el fin de desarrollar una posible solución. ¿Por qué “equilibrio”? No deberíamos pensar en una ausencia de preocupaciones o en un estado de ánimo siempre elevado. La ausencia de miedos nos traería más problemas, y al no existir momentos tristes no tendríamos ningún aprendizaje para retomar los momentos positivos, es decir, no habría expectativas sobre nada. Por lo tanto, el objetivo terapéutico es que el paciente mismo pueda responder a esa problemática, darle un lugar y que tome participación en la vida hasta encontrarle cierto grado de bienestar y equilibrio.
¿Hace falta tener un problema?
Podría ser lógico pensar que voy al psicólogo porque me siento triste, tengo un problema, algo no puedo soportar. Pero ¿Por qué no voy cuando me siento bien, cuando no hay problemas que no me perturben? Ese es el siguiente paso para dar importancia a la salud mental, el tener un proceso terapéutico para potencian ese bienestar, adquirir herramientas de prevención, y tener la capacidad afrontar el estrés del día a día.
Nuestro mundo se individualiza
La salud mental ha tenido mayor participación y cada vez será más necesaria, debido a que las exigencias externas toman mayor fuerza en el individuo. ¿Qué son esas exigencias? Las largas jornadas de trabajo, el mundo material y la desesperación por tener más, sabiendo que ya lo tienen. La angustia diaria por cumplir parámetros de vida a estándares altos o muy altos, sin darle paciencia y respiro a nuestro equilibrio psíquico. A los ojos del otro todos desean verse muy arriba, ya que, si no lo logran, aparecen los molestares y las angustias. El que se ve vulnerable es el que se percibe un fracaso. Entonces, o aprendemos a lidiar con las altas expectativas, o simplemente lo dejamos a un lado, porque el objetivo terapéutico va a ser el bienestar por encima de todo, para recuperar el contacto con lo humano.
“Antes no necesitábamos terapia”
Cabe destacar que hace no mucho tiempo, la cohesión social estaba más presente, y es algo que mucho tiene que ver con esta frase. Hoy las angustias se reprimen más, y no se las gestiona con las relaciones humanas. Ha disminuido el reunirse con más frecuencia con cercanos, en el patio, en la calle, en los alrededores y conversar de los problemas del día a día asociando el deporte y la creatividad. Conversaciones mezcladas con carcajadas, con contacto, con gestos humanos, liberando esa tensión para tomar mejores decisiones con posterioridad. Como seres humanos sociales, nuestra burbuja interpersonal se ha ido cerrando más, dando lugar a que nuestras angustias internas no se exterioricen. La falta de tiempo, la desconfianza y el miedo que el mismo fenómeno global ha construido, se ha ido apoderando de nuestros malestares psíquicos.
Tu pasado es importante
El pasado del individuo constituye ciertas cosas de lo que somos en el presente. La terapia tiene la facultad de explorar ese pasado, ese contexto que fundó algunas de las características de nuestra personalidad. En algunos casos las personas reprimen todo ese pasado que quizá haya sido insoportable y buscan mejor olvidarlo, dejarlo atrás. Sin embargo, no todo queda olvidado, lo reprimido hace que retorne de otra manera gobernando en el presente, en nuestro día a día, con la familia, los amigos, las parejas, etc. Ese pasado tiene que ver con una infancia de violencia, de abusos, de escasos recursos económicos, de ausencias y de falta de afecto. En el presente puede provocar inestabilidad emocional, por el mismo hecho de no traerlo a terapia. La psicología busca atender esos aspectos del pasado que han resultado difíciles volver a conversarlos. Allí se pretende ponerlos a reflexión, debatirlos y modificarlos, para que ya no formen parte de nuestra vida en la cual nos encontramos trabajando constantemente.
¿Todo está dicho?
Como se mencionó anteriormente, el pasado del individuo es muy importante, principalmente en la infancia. Cabe aclarar que, aunque el pasado del ser humano sea oscuro no es un determinante para toda su vida, es decir, no va a acompañarlo para siempre. Los procesos terapéuticos orientan a cubrir esos malestares, verlos como una experiencia, un aprendizaje, etc. Y que mejor si se los trata en edades esenciales del desarrollo, con la finalidad de no desencadenar en problemas psicopatológicos, que no afectan únicamente de manera individual sino en todo el entorno con quien se rodea la persona afectada.
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