El control de emociones en el desarrollo de la familia postpandemia

Autor: Alex Mauricio Robayo Villalta , 20/12/2023 (97 vista)
Dificultades en relaciones, Crisis emocional, Depresión y apatía, Separaciones y pérdidas, Psicología infantil, Pensamientos obsesivos, Baja autoestima, Psicología del adolescente, Trauma psicológico, Violencia doméstica, Crisis de la edad, Vergüenza y culpa
El control de emociones en el desarrollo de la familia postpandemia

Las familias presentan dificultades en el manejo emocional de las familias, dentro de las dificultades más comunes tenemos, la inseguridad, el cambio de estado de ánimo, entre otras vaariables que afectan la dinámica familiar en cada una de sus edades.

En el desarrollo de la dinámica familiar, hoy en día se puede identificar cambios emocionales y comportamentales que afectan el desarrollo de la familia y sobretodo a presentar diferentes dificultades en el desenvolvimiento de los roles de cada uno y su desempeño en cada una de sus posiciones.

El impacto de la pandemia en la primera infancia en el contexto de la pandemia, tanto niñas y niños presentaron dificultades en asisitir al nivel inicial y a los centros de desarrollo y cuidado infantil. Este evento produjo una escasa socialización entre edades etareas con limitaciones al acceso de materiales didácticos, juegos infantiles  y juguetes qie estimulen sus diferentes áreas de desarrollo, nula asistencia a lugares de esparcimiento como plazas, parques o lugares de interacción entre niños. Los centros de desarrollo infantil, como espacios de primera infancia, haciendo que como individuos muestren su inquietud y demandas constantes para cubrir sus necesidades, siendo estos lugares que garantizan un espacio de cuidado y protección de derechos. 

A diferencia de las niñas y niños más grandes y de los adultos, tienen una mayor exigencia de atención, un menor entendimiento de la situación de pandemia, y un mayor miedo debido a cómo procesan la información que perciben de la televisión y de las conversaciones de los adultos en el hogar. Algunos de los dichos de los adultos frente a ellos durante la pandemia pueden haber sido: «Es peligroso salir a la calle», «Es como la Tercera Guerra Mundial», «Tenemos un enemigo invisible que nos ataca», «La vecina está sola y no tiene quien la ayude», «El encierro es obligatorio», «Esta enfermedad no hace diferencias», «Los abuelos están en riesgo», «En todo el mundo hay enfermos y muertos» y tantos otros que, en el discurso cotidiano, encuentran en las niñas y los niños pequeños unos restringidos interpretadores de metáforas: para ellos el texto es textual.

Los factores de riesgo son aquellas características de la niña o el niño, de su entorno familiar o de su medio comunitario y social que dan lugar a que no existan o se pierdan las condiciones adecuadas para los cambios evolutivos que implica el desarrollo. Los factores de protección son aquellos recursos de la niña o el niño, o aspectos y modos del entorno que lo rodea, que le permiten atravesar de modo más protegido las situaciones adversas que le toca vivir. Reconocer los factores individuales y ambientales más frecuentes que pueden actuar como factores de riesgo o factores de protección para el desarrollo infantil permite a las cuidadoras estar atentas y trabajar con las niñas y los niños, pensando en cada uno de manera individual, sabiendo que el desarrollo es una trayectoria. Así, las cuidadoras se transforman en agentes de cambio en esta situación. Conocer la situación familiar de todos y cada uno de los niños y las niñas permite a las cuidadoras planificar intervenciones realmente eficaces. Algunos de los factores importantes de los niños y niñas para tener en cuenta son los siguientes: Historia de salud perinatal y posnatal. Nutrición prenatal y posnatal. Educación materna y de los adultos referentes. Salud mental de los padres. Sucesos de vida negativos en el hogar y la escuela. Calidad de interacción en el hogar. Interacciones sociales en los contextos de crianza.

En el desarrollo emocionalno podemos hablar solo del cerebro y de los genes, pero no son los genes ni el cerebro los que juegan y aprenden. Juegan las niñas y los niños, con todo su ser y todo su cuerpo. Las experiencias que viven día a día, a través de los sentidos, les generan emociones particulares. Sin emociones no hay colorido; es la emoción la que da un sello a lo que realizan a cada paso. Lo vivenciado por las niñas y los niños está marcado por las experiencias amorosas primarias, es decir, los cuidados de los adultos que lo rodean. La emoción mantiene vivas a las personas y debe ser construida muy sólidamente. El desarrollo emocional es lo que lleva a que una persona sea única y distinta al resto, es la construcción que permite tener identidad, autoestima, seguridad, ideas sobre uno mismo, confianza en uno mismo y en el mundo que lo rodea, todo eso como experiencia fundacional, que se desarrolla en la vincularidad. El desarrollo emocional está fuertemente vinculado al desarrollo cognitivo, psicomotor, y de la comunicación y el lenguaje. La seguridad afectiva les permite a los niños y las niñas arriesgarse en el mundo y encontrar el placer en la exploración. Durante el juego, su cerebro se enciende y libera sustancias químicas que lo protegerán de los factores de riesgo del ambiente. Esta seguridad y este placer les permitirán desarrollar su potencial plenamente, siempre con los adultos cuidadores, siempre en contexto y siempre insertos en una historia.

Trauma, crisis y estrés: lo contrario de la anticipación. La situación respecto de la pandemia y el aislamiento, ¿es una situación traumática en sí misma? Para contestar esto y los efectos que ha tenido, primero se debe entender la idea de trauma, y en particular en la primera infancia. La situación de la pandemia ha sido efectivamente traumática. ¿Por qué se puede tener esa certeza? Porque cumple con las características de lo que se denomina suceso traumático, y porque se van registrando sus efectos en la vida de toda la población. Traumático es aquel suceso que irrumpe en la vida de modo abrupto, comportando niveles de daños y angustias, y que suceden bajo el factor sorpresa. Es aquello de carácter accidental, que no se esperaba, para lo cual no se estaba preparado y que cambia la vida en un antes y después. Nadie estaba preparado para esta pandemia, no se esperaba, fue sorpresiva e interrumpió los proyectos de todas las personas. Entre otras cosas, suspendió la cotidianidad, el trabajo, las dinámicas familiares. Se metió en las familias y en las casas, que resultaron ser el refugio para una situación de amenaza y adversidad que venía del exterior. Pero también se metió en los cuerpos y las mentes, y esto es algo muy importante de analizar, ya que no solo es traumático lo que viene de afuera, sino también lo que mueve y provoca internamente. Aquello que moviliza desde el interior es lo que va a requerir ser elaborado. La mente —las ideas psíquicas que comandan la percepción de la vida— necesita para funcionar, estabilidad, armonía: ni demasiado estimulo, ni ausencia de estímulo. Así, puede funcionar y procesar todas las vivencias. Cuando el aparato psíquico recibe una entrada de enorme estímulo —ya que lo que sucede sacude, angustia, asusta— entonces la mente tiene que hacer enormes esfuerzos para regular y equilibrar esa descompensación. Necesita sí o sí equilibrar. Las situaciones traumáticas son un ejemplo de cómo el aparato psíquico es desequilibrado y busca recuperar el equilibrio anterior. Las pesadillas son un ejemplo también algo muy excesivo, impactante para el aparato psíquico. Despiertan al que sueña, que ya no puede dormir debido a queno ha podido elaborar todo ese estímulo en el sueño. Las niñas y los niños atraviesan sus traumas ayudados y acompañados por sus afectos cercanos y también a través del juego, que es el refugio que tienen a mano y espontáneamente. Si los adultos responsables de la crianza están bien ubicados en su rol, tranquilos, seguros, pueden ser un filtro importantísimo para que la realidad no trastoque la vida anímica de las niñas y niños. Por supuesto, esto no siempre es posible. El impacto del estrés. El impacto del estrés dependerá de tres cuestiones: 1. La severidad del acontecimiento. La pandemia es una sola, pero los efectos en cada familia son muchos. Para quienes esta situación ha dejado sin trabajo, sin recursos básicos, es evidente que el impacto y la angustia serán mayores. 2. La edad de las niñas y los niños, y sus recursos. Cuanto más pequeños sean los niños y las niñas, más difícil será entender sus expresiones como efecto del estrés. Sin embargo, hay indicadores de qué les sucede. Por ejemplo, la aparición de cuestiones que antes no estaban: en la alimentación, el llanto, el sueño, el juego, sus hábitos cotidianos, su ánimo. Hay quienes tienen más recursos para salir adelante en situaciones adversas. Poseen más defensas, más recursos simbólicos o simplemente más fortaleza. 3. La accesibilidad y capacidad de los adultos. Aquí tendrá importancia en qué medida el adulto se puede sobreponer a sus adversidades, para seguir cumpliendo el rol de protector, anticipador y sostén de la crianza. Si puede recurrir a otros para que lo acompañen y ubicar su rol y amortiguar el impacto, tendrá un efecto positivo en niñas y niños. Si por el contrario, adopta conductas inestables, negligentes, sin rutinas, muy violentas o sobreestimuladoras, dejará marcas negativas en la crianza. Si esto último es transitorio, tiene posibilidades de revertirse. La intensidad y la permanencia de vínculos tóxicos complejiza el pronóstico. ¿Qué es traumático para quién? Angustia, temores, incertidumbre, depresión, ansiedad son algunas de las consecuencias que esta pandemia y el aislamiento indicado tuvieron en las personas y esto puede generar un movimiento psíquico interno difícil de parar, es decir, de elaborar y transformar.

En las niñas y niños se han visto efectos diferentes. En algunos, hubo regresiones, pérdidas de adquisiciones, angustias, temores, detenciones en el desarrollo. Algunos padecieron angustias irracionales o llantos inconsolables. También, caídas o pequeños accidentes, cambios en el lenguaje o en los hábitos alimentarios. En otros, la situación de estar juntos en la casa resultó una muy buena oportunidad de crecimiento. ¿Por qué sucede de esta manera? Porque lo que es traumático para alguien no lo es para otra persona. Aquello que para algunos se transforma en una crisis negativa, para otros es una oportunidad positiva de realización. Esto es muy importante. No se puede entonces tratar a todas las familias de la misma manera. Si bien la pandemia a nivel mundial ha sido un estallido traumático en todos los niveles de la vida, especialmente en la salud pero también en lo social, económico, familiar, educativo y emocional, hay que entender que impacta de manera diferente en cada familia. Si se parte del prejuicio, o se generaliza, se corre el riesgo de equivocarse. No se sabe de antemano qué es traumático para quién. A veces uno puede sorprenderse; tal vez algo que parecía terrible es tomado de modo muy positivo y otras veces un detalle aparentemente menor ha traído para alguien mucha infelicidad. Uno de los factores que ha resultado traumático en esta pandemia ha sido la separación y la distancia respecto de los afectos de referencia. Los niños y las niñas han necesitado mucho a sus pares, a sus abuelos, a sus cuidadoras y educadoras. Hay personas de distintas edades para quienes estos meses de estar en casa han sido muy interesantes y positivos. Les vino bien a su «sistema psíquico», a su mente. En la función de las cuidadoras y educadoras es fundamental poder ubicar en qué punto de elaboración de este trauma están los niños y las niñas, ya que lo traumático pide ser elaborado. O sea, que no solo necesitarán saber cómo están las niñas, los niños y sus familias, sino también pensar estrategias, modos de ayudarlos a continuar. Deberán destrabar los puntos del desarrollo y las adquisiciones que se hayan trabado, para seguir creciendo. 

El impacto de la violencia en el desarrollo infantil. Como se ha visto en los capítulos anteriores, durante la pandemia, las situaciones de violencia al interior de las casas y de las familias han aumentado. Distintos estudios han demostrado que a violencia tiene en la infancia un efecto profundo y duradero en el desarrollo, porque afecta la salud física y emocional, la capacidad de aprender e incluso el desarrollo cerebral22. Las niñas y los niños que sufren violencia son más propensos a tener una salud más vulnerable tanto física como mental, ya que la tensión excesiva vivida a causa de la violencia puede traer disfunciones cognitivas. Los vínculos que luego establecen suelen ser inestables, y muchas veces estas niñas y niños tienen conductas agresivas y problemas de conducta en general. La confianza en el otro se ha quebrado y la función de anticipación ha fallado. ¿Cómo se puede trabajar con estas situaciones una vez que se ha podido localizar que esto está sucediendo en las familias de niñas y niños? Lo fundamental es lograr la confianza con las familias para que relaten lo que está pasando y sepan que pueden contar con las cuidadoras. Hay que tratar de que lo pongan en palabras para reducir las violencias. También hay que intentar que las niñas y los niños no se queden en lugar de víctimas, y que entre adultos y niños haya un respeto necesario. Se puede también tratar de ver qué otros referentes afectivos cercanos a la familia hay, que puedan intermediar saludablemente en el hogar (abuelos, vecinos o las mismas cuidadoras). Todos los dispositivos, como conversaciones, grupos de padres, talleres, información que se pueda alcanzar a las familias sobre el tema, serán muy positivos y funcionarán de amortiguación. El juego como factor de protección en el desarrollo infantil. Todas las niñas y los niños juegan. El juego es el lenguaje de la infancia. Los niños y las niñas juegan desde que nacen. Puede ser que el juego este trabado, detenido, interrumpido, pero todos los niños y las niñas se apoyan en el juego y los juguetes para crecer y elaborar su mundo. El juego constituye un factor de protección fundamental para niños y niñas, y es a la vez el lenguaje que tiene para decir y armar su mundo desde su perspectiva, que es diferente de la de los adultos. El juego es, además, una actividad que permite tempranamente mirar el desarrollo infantil. Se puede observar si el niño o la niña va logrando las adquisiciones esperables para cada momento de su desarrollo, y también si encuentra placer en ellas. El juego es una actividad que ayuda a la creación de un vínculo de apego y de salud entre las niñas y los niños y sus referentes afectivos. El juego entre padres, madres y sus hijos e hijas, y entre educadoras y niñas y niños es la vía para una construcción afectiva inolvidable y duradera. La Convención de los Derechos del Niño ha postulado como derecho universal el juego, el esparcimiento y el acceso a la cultura. Las educadoras y cuidadoras deberán hacer cumplir y valer ese derecho. El juego es además una pantalla de protección donde niños y niñas arman una realidad más placentera para su vida. Por medio del juego, elaboran las situaciones que viven y transitan por el principio de placer, es decir, logran satisfacción con poco esfuerzo o trabajo psíquico. En el juego las niñas y los niños pueden hacer activo lo que vivieron pasivamente. Les permite armar personajes: maestras o maestros, superhéroes y heroínas, médicas y médicos, madres y padres, entre otros. Como dice Sigmund Freud, el juego, si bien es divertido, es una actividad muy seria. Los niños y las niñas pasan enormes cantidades de tiempo jugando y expresando en el juego su mundo interior. Por eso es, importante no interrumpirlos y respetar ese momento. El juego se realiza y se sostiene solamente si no hay riesgo. Si hay algún factor de riesgo, el «como si» del juego se interrumpe. El juego requiere del apoyo en los juguetes o elementos de la realidad que se transformarán en juguetes. Como el momento de su desarrollo aún no permite a niños y niñas solamente fantasear en su mente como los adultos, ya que su psiquismo aún no está del todo formado, los niños y las niñas necesitan desplegar esas acciones que llaman juegos y utilizar los juguetes como apoyo en donde poder proyectar sus vivencias. El juego les sirve además para conocer, explorar el mundo, aprender, armar espacialidades. A través del juego, arman y descubren su cuerpo. Se puede jugar con las manos, con los pies. Las y los bebés descubren su voz y juegan con ella. En el juego, sienten la pulsión de dominio, a través de la cual son agentes de sus propias acciones. Eso es placentero y contrario al trauma, que los deja en actitud o posición pasiva. En sus juegos, los niños y las niñas imitan el mundo de los adultos, y arman roles, ya que se identifican con lo que ven de la realidad de su entorno. Por eso, también es importante que el entorno sea saludable y protector. Si algo se sale del carril del juego, y comporta un peligro, es esperable que el juego sea interrumpido por la persona adulta a cargo. Que algo sea o no sea juego es una atribución del otro. Es el adulto el que sanciona como juego una acción, o decide que con eso o de esa manera no se juega. Con el juego, las niñas y los niños establecen vínculos. Se puede jugar con otros y también es importante que aprendan a jugar solos. El juego tiene un adentro y un afuera, se puede entrar y salir de él. Por todas estas características, el regreso a los centros de desarrollo infantil y los centros educativos, las estadías en el interior del hogar, los encuentros con las familias y con otros niños y niñas, deben planificarse través de los juegos. Esto implica creatividad, ideas, música, espacios seguros y la predisposición para jugar por parte de los adultos. Es necesario dejarse tomar por el juego: estar disponibles, volver a hablar ese lenguaje. Hay que recordar que alguna vez se fue niño o niña, y cuáles eran los juegos preferidos, para levantar un poco las represiones y convocar a los recuerdos para que sean una guía para volver a jugar. A nivel de las comunidades, lo mejor que se puede esperar es propiciar encuentros lúdicos entre adultos, niñas y niños, que permitan seguir protegiendo las crianzas y ayudándolos a crecer y a fortalecer los vínculos primarios saludables que dejarán vivencias positivas para el resto de la vida. 

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