El artículo explora el autosabotaje y la procrastinación como expresiones de conflicto interno, analizando sus raíces psicológicas desde una perspectiva integrativa.
El autosabotaje y la procrastinación son dos fenómenos ampliamente estudiados en psicología, y aunque a menudo se perciben como signos de debilidad o falta de disciplina, desde una perspectiva terapéutica humanista estos comportamientos pueden entenderse como expresiones de conflictos internos más profundos. Ambos responden a una necesidad de protección psicológica, aunque el precio de mantenerlos activos sea el estancamiento o el sufrimiento. Este artículo explora el sentido de estas conductas, las barreras que las sostienen y cómo trabajar en su transformación.
El autosabotaje puede definirse como la realización de conductas que interfieren con los propios objetivos o bienestar. Desde una perspectiva integrativa, estas conductas suelen ser adaptativas en su origen, desarrollándose como respuesta a experiencias previas de dolor, negligencia o trauma. Por ejemplo, alguien que durante su infancia vivió situaciones de abandono puede haber aprendido a ser autosuficiente y rechazar la dependencia como una forma de protegerse de futuros daños emocionales. En el presente, esta polaridad dominante (la autosuficiencia) puede obstaculizar la apertura a relaciones interdependientes y de apoyo.
Según los postulados de la psicología Gestalt, el "self" emerge en la frontera de contacto entre el organismo y su entorno, y se manifiesta a través de polaridades. Por un lado, está la polaridad dominante, que busca protegernos del sufrimiento, y por otro, la polaridad rechazada, que representa aspectos evitados por temor a revivir experiencias dolorosas. Estas polaridades suelen estar en conflicto, generando una "ambivalencia" que dificulta el cambio.
La procrastinación, definida como el retraso en la realización de tareas importantes, es uno de los autosabotajes más comunes. Su raíz, como en otras formas de autosabotaje, radica en un mecanismo protector. Evitar una tarea puede significar protegernos del miedo al fracaso, a no cumplir nuestras propias expectativas o a enfrentarnos con una autoimagen amenazada.
Por ejemplo, alguien que teme ser percibido como incompetente puede evitar comenzar un proyecto importante, postergándolo hasta que la presión sea inevitable. Este comportamiento no solo alivia temporalmente el malestar, sino que también refuerza la idea de que "el problema no es mi capacidad, sino la falta de tiempo". Desde este enfoque, la procrastinación cumple una función protectora: preserva la autoestima.
Un enfoque clave para abordar el autosabotaje y la procrastinación es identificar su "intención positiva". Este concepto, derivado de enfoques humanistas y experienciales, propone que toda conducta tiene un sentido o propósito subyacente, incluso si sus consecuencias parecen perjudiciales. La procrastinación, por ejemplo, puede estar cumpliendo la función de evitar el juicio externo o interno, mientras que el autosabotaje puede estar protegiendo de una amenaza percibida, como la posibilidad de fracaso o rechazo.
Técnicas como el diálogo con partes internas, propuestas por la psicología Gestalt y el modelo de sistemas familiares internos (IFS, por sus siglas en inglés), facilitan la exploración de estas partes del "self" que sostienen las conductas problemáticas. Por ejemplo, un terapeuta podría guiar al paciente a visualizar la parte de sí mismo que procrastina como un personaje y dialogar con él para entender sus motivaciones, necesidades y temores.
El autosabotaje se perpetúa por varios factores:
El trabajo terapéutico con personas que presentan autosabotaje o procrastinación implica varios pasos:
El autosabotaje y la procrastinación no son meros defectos de carácter o falta de voluntad. Son expresiones de un conflicto interno que responde a una necesidad de protección. Comprender estas conductas desde una perspectiva humanista permite abordarlas con empatía y profundidad, explorando su sentido y construyendo caminos hacia un cambio más integrado y saludable. La clave está en aceptar las partes en conflicto dentro de nosotros mismos y trabajar hacia una mayor integración y flexibilidad.
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