El "tonto" Psicoanalista

Autor: Pablo Bande , 15/06/2024 (72 vista)
Crisis emocional, Depresión y apatía, Baja autoestima, Trauma psicológico, Ansiedad e insomnio
El "tonto" Psicoanalista

¿Cuál es la posición técnica y ética de un psicoanalista frente al saber?

Hay una diferencia fundamental entre el psicoanalista docente y el psicoanalista agente de salud. El que enseña puede ponerse en el lugar de saber. Puede al menos emularlo. El que psicoanaliza, no puede ponerse en ese lugar, y no por modestia sino por una necesidad intrínseca de la técnica. 

Si el psicoanalista es de aquellos que vislumbra el caso ante las primerísimas palabras del paciente, si es de aquellos que ya lo sospecha en cada signo, cada rasgo preciso como algo que significara algo puntual… el paciente sin dudas estará en problemas. Eso que vos sos, no estaba en vos sino en mí, antes de conocerte, antes de saber cuál es la complejísima trama que habita en vos. Yo ya sabía que este movimiento, este mirar para un lado, este tocarte la nariz, era compatible con aquella verdad sobre vos, asique podemos ir derecho al grano. 

En primer lugar, un psicoanalista trabaja, genera una ESTRUCTURA de lectura del paciente, y esto lleva tiempo. No quiero decir con esto que lleva sí o sí 5 años, o uno siquiera, pero me parecería muy curioso que un análisis no dure al menos unos meses. 

Un psicoanalista no sabe, interpreta. Propone relaciones hipotéticas acerca de lo que escucha en el paciente. Y es necesario que el paciente se reconozca en esa interpretación. Si el psicoanalista se impone, no es otra cosa que un dictador. 

El psicoanalista dictador, ojo, es más común de lo que parece. 

Lo que sigue puede ir con el video en Gris, como si fuera del “backstage”: 

Antes de seguir, debo decir que si uno tiene espíritu científico, no tiene la opción de entrar en fundamentalismos. Con esto quiero decir que si bien Freud es un iniciador, un referente, un guía en buena parte de la formación de cualquier psicoanalista… el estar atento a sus errores es nuestro deber. Esa sensación culposa de contradecir al padre es bastante común en el ámbito profesional. Con esto quiero decir que no va a ser de mi interés en absoluto dirigir mis palabras con el único objetivo de encontrar contradicciones en el creador del psicoanálisis, pero toda vez que debamos hacerlo por mero amor o al menos respeto a la lógica y a la verdad… lo haremos.

Freud hacía su interpretación, y si el paciente no acordaba con ella, concluía que el paciente se estaba resistiendo. 

Karl Popper, un epistemólogo que sí hizo sus esfuerzos por combatir el psicoanálisis, decía que (y nos tomamos aquí la libertad de parafrasear), si en la operatoria del psicoanalista no está presupuesta la posibilidad de equivocarse, entonces es un dictador… entonces, no es ciencia. Debemos de decir que, aunque nos pese, la objeción parece razonable. 

Si aquellas interpretaciones a las cuales uno ha llegado se vuelven necesarias y toda negativa del paciente a adoptarlas es señalada como una resistencia, estaremos hablando de un psicoanalista que, en su posición de poder, borra al paciente. 

Solo el paciente tiene el don de reconocerse en lo que escucha. O en todo caso, para complejizar la respuesta, diremos que solo tiene ese don su síntoma. 

No es del todo preciso decir que la verdad o falsedad de nuestra interpretación se mide por un fenómeno de reconocimiento del paciente. Pero sabemos que no podemos imponerla y sabemos que en todo caso, la prueba definitiva está en que el síntoma remita o no remita. 

Otro modo de ver la ignorancia adecuada del analista, es que más allá de reconocer su falta de saber acerca de lo que le pasa al paciente, tampoco puede saber nada acerca de elementos que excedan el ámbito del paciente. Nada puede darse por supuesto. 

Ej. Hice tal cosa con mi dinero porque vio usted cómo está el país. Decir que sí, que ya sé cómo está el país, le quita lo subjetivo al acto del paciente. Nos hace perder la lógica que a él lo representa. 

El psicoanalista, en sus preguntas, debe hacerse todo el tiempo el tonto. Por más evidente que parezca la situación económica de un país, cada paciente tiene un color para ese mismo supuesto estado general de cosas.

El psicoanalista ortodoxo piensa que callar es suficiente para no “contaminar” las palabras del paciente con palabras propias. Cosa con la que, lo diremos muchas veces, no estamos de acuerdo. Ese silencio debe romperse al menos por dos razones:

a) Primero, porque a veces esa intención de asepsia solo puede lograrse hablando, negando: “No, yo no vi cómo está el país”, o en todo caso “No, no entiendo como su percepción del país lo llevaría a usted a hacer lo que hizo”. “No entiendo, en definitiva, cómo hay una relación de implicancia entre cómo está el país y lo que a usted le está pasando”. 

De hecho, si esa relación de implicancia existe… no hay razón para que un paciente vaya a un psicoanalista. Si a uno le dicen, por ejemplo: “Tengo mal ánimo porque hace calor”, entonces se espera a que refresque, o se compra un aire, o se muda de ciudad. No necesita pagarle a un profesional para eso. 

Si en cambio, lo que usted dice es que todos están alegres, incluso con calor, pero usted no… entonces sí puede ir a un psicoanalista. 

b) El silencio del analista debe romperse también porque el paciente no tiene la responsabilidad exclusiva de distinguir qué es y qué no es importante de lo que dice. Si el profesional no habla, si no pregunta… ¿Cómo pudría construir un caso?

Supongamos que el hilo del discurso del paciente sugiere que puede haber una relación entre la rivalidad solapada que tiene con su hermano, y los celos que siempre ha sentido con todas sus parejas. Si de repente el paciente sale con lo fanático que es de las bolitas, no va a estar sumando nada a la construcción del caso. Uno debe preguntar sobre aquello que nos permitiría establecer estas relaciones causales. Y si damos por sentado, CON el paciente, que hay una relación entre la competencia con su hermano y los celos que siente cada vez que se pone en pareja, luego tocará abrir el tema de cómo y por qué se construyó esa rivalidad. ¿La armaron ellos?, ¿Uno de ellos?, ¿La madre?, ¿El padre?, ¿Alguien de afuera de la familia? ¿Un personaje de la familia que se encuentra en generaciones anteriores? 

¿De dónde viene el discurso a partir del cual la rivalidad entre hermanos, establecida en su estilo particular, se establece? ¿Es una rivalidad mutua o solo es mi paciente peleando contra nadie? ¿Hay respuesta del otro lado?... bueno. Si uno no habla y de hecho pregunta todo eso… ¿Cómo avanza?

¿Puede un psicoanalista saber todas estas respuestas por el modo en que el paciente vino vestido o el modo en que ubica sus pies en el suelo? ¿Lo puede saber a través de sus lapsus, sus sueños? No… no en la medida en que no hagan cadena con esta red lógica a partir de la cual vendrá la interpretación. 

El psicoanalista no sabe… pregunta. 

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