La vida ¿Comedia o tragedia?

Autor: Fabio Latorre , 17/09/2024 (195 vista)
Separaciones y pérdidas, Autoidentificación, Sexualidad, Sentido de la vida, Temor a la muerte, Desarrollo personal, Vergüenza y culpa
La vida ¿Comedia o tragedia?

Conceptualización del fenomeno del amor y la transferencia en el acto clínico y la puesta en relato

La vida ¿Comedia o tragedia?

   El psicoanálisis podría definirse como la puesta en relato de una historia que hace al devenir simbólico de un sujeto. En éste sentido, lo que se intenta en análisis es la restitución, por parte del analizante, de su historia hasta los últimos límites sensibles. Por lo tanto, la cura en análisis no es un objetivo, si no una consecuencia; la cura viene por añadidura.

   Reconocerse como deseante no es tarea fácil para el paciente, ya que dicho terreno suele ser oscuro, inquietante y "fuera de serie", dado que el deseo se aprehende en la falla del Otro. En la experiencia del niño, la subjetividad se constituye en esa falla de los padres, en ese espacio vacío donde los padres muestran su propia falta, y consecuentemente, tambien deseantes. Allí donde el padre falla, donde "muestra la hilacha", el niño toma la palabra y construye un relato, el relato de su porvenir.

   Para pensar la puesta en relato e historización de un sujeto en análisis, nos es indispensable recuperar los postulados de Jaques Lacan en el seminario "Aún". El seminarista allí nos invita a pensar como toda escritura es el resultado de un proceso transferencial a un saber. En este sentido, la puesta en relato es consecuencia de un amor hacia ciertos objetos que hacen a la estructura sintomática de un sujeto implicado en un Otro (espacio donde el lenguaje forma estructura subjetiva). Ahora bien, ¿Cuál es el fin del amor en tanto producto de la puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente? Con esta pregunta nos gustaría remitir a la relatividad propia de toda construcción fantasmática (armado que el sujeto hace de su "vida", es decir, de sus deseos, anhelos, hobbies, formas de relacionarse, identificaciones, etc).

   El hablar en términos ontológicos en psicoanálisis siempre deriva en una dificultad, dado que el sujeto en dicho discurso, no es más que un supuesto, es un hecho de dicho. Por lo tanto, preguntarnos por el fin del amor no puede llevarnos más que a la pregunta por lo que lo causa.

   Cuando hacemos referencia al amor, lo hacemos en términos simbólicos (lenguaje), pero siempre como arista pasional, es decir, en el linde entre lo simbólico y lo imaginario (sensaciones, escena aquí y ahora). En este sentido, el motor, la causa, de aquello que va a ser escrito y ficcionalizado en el plano fantasmático y pulsional (término que hace referencia a como el plano del lenguaje esta sexualizado), en tanto producto de un proceso transferencial (amor hacia algo o alguien), no es más que aquel Real (deseo sexual) con el que empalma toda neurosis (construcción fantasmática) en su afán de búsqueda y en su estructura de pregunta. En este anudamiento en donde lo simbólico funciona como estructura, lo imaginario como consistencia y lo real como motor, se da el fenómeno de la transferencia y el amor.

   Verán en este punto el valor que damos al deseo sexual en tanto funda el pacto ficcional (lingüístico) que comporta la ley (sólo hay ley en y por el lenguaje, en la cultura; la sexualidad por sí misma no conoce de leyes) de la conducta sexual y que hace tomar cuerpo al sujeto en el lenguaje. Solo en el plano del lenguaje tiene el sujeto analítico razón de ser, y dicho plano se caracteriza fundamentalmente por su inconsistencia (son palabras, estructura simbólica, no es "real"). Lacan nos dice: El ser es un hecho de dicho. Por lo tanto, para el plano del sujeto lo real (lo sexual, lo puramente biológico) está perdido porque funciona mezclado al lenguaje, por lo que solo queda la escena simbólica en tanto sintomática y sexualizada.

   En este sentido, vemos que el nivel de la narración, de la ficción y de la puesta en relato de una historia en muy poco se pueden diferenciar de la escena simbólica en donde el sujeto acude a decirse y donde toma eficacia su deseo. El lenguaje no es más que el autoengaño neurótico frente a un hecho insoportable: el problema de la sexualidad y la inminencia de la muerte. 

   Es entonces concebir a lo real como ineludiblemente perdido lo que da la posibilidad de construcción de un pacto ficcional que logra el despliegue de toda una gama erotológica de proyecciones e identificaciones del sujeto sobre la obra artística, que hacen a su sexualización y a su goce. Es por eso que el neurótico vive su vida, en el mejor de los casos (puede tambien convertirse en tragedia), como una comedia donde en cada vuelta del destino se ríe de la muerte y hace Uno, hace lenguaje, escribe y construye ficción, aunque en el fondo sepa que su consistencia, su materialidad y su condición óntica se pierde y que la vida no es más que un camino, disfrutable o no, hacia la muerte.

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